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El primer baile - Mj Salvador

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A Víctor no le apetecía demasiado participar en aquella absurda fiesta de Halloween, jamás le había gustado disfrazarse y no entendía los motivos de hacer una celebración, de la que la mayoría ignoraba sus orígenes.

-¿Sabías qué proviene de un antiguo festival celta, de hace más de 3.000 años? -Interrogaba a su exasperado amigo- Y qué creían que las almas de los que habían muerto, volvían a visitar sus hogares -Insistió en su interrogatorio-

-Pero ¿Qué coño nos importa, de donde provenga, o lo que signifique? -Le soltó Luis, mientras tiraba de él con destino a aquella condenada celebración, a la que había accedido a acudir, a regañadientes- ¡No me seas plasta, tío! Tú pásatelo bien, bebe, liga y olvídate de dar el coñazo a la peña, ¡Qué te conozco!

Al entrar en la casa, excesivamente adornada, a juicio de Víctor, una fuerza superior a él le arrastró hacia un rincón, presidido por una inmensa calabaza que parecía burlarse de los presentes. Casi mimetizada con las paredes, descubrió una tez tan blanca, que le provocó un escalofrío. Aquella frágil muchacha, sí que había clavado el maquillaje, pensó Víctor, mientras se dejaba arrastrar por una mirada que le traspasaba. Eran unos enormes ojos, de un color indefinido, que le atraparon como si de una tela de araña se tratase.

Sin saber cómo, de pronto se vio bailando con ella un tema lento, a él se le antojó un poco fúnebre, pero el contacto del delicado y frío cuerpo de ella hizo que se olvidara de todo. Nada a su alrededor existía ya, tan solo ella y su etérea y extraña belleza. El aroma embriagador de un ramito de violetas, que ella portaba en su azabache melena, le mantenía tan hechizado que, ni siquiera fue consciente de abandonar la fiesta, abrazado a ella. Se sentía tan feliz, que levitaba.

Un tímido rayo de sol acarició su rostro, mientras poco a poco Víctor tomaba consciencia de hallarse sobre una superficie helada, que no reconocía. Frotó enérgicamente sus hinchados ojos, tratando de serenar su desbocado corazón, que parecía querer salir huyendo de su pecho. La angustia se apoderó del muchacho, en el preciso momento en que tuvo claro donde estaba. No podía ser, aquello debía ser una broma pesada de Luis, su colega. Pero de ser así, dónde se había metido aquel capullo, que le había dejado tirado en esa cripta funeraria. Cuando lo tuviera delante, le cantaría las cuarenta.

Al intentar levantarse de la fría losa, sobre la que parecía haber pasado la noche, reparó en el delicado ramillete que tanto le había fascinado hacía unas horas, y que ahora se mostraba marchito, desprovisto de vida. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al posar su asustada mirada en la lápida, desde la que los ojos de ella, de un intenso color violeta, cómo Víctor jamás hubiera visto antes, parecían observarle cargados de una vida que ya no tenían. Una lágrima furtiva rodó por la mejilla de Víctor, mientras leía el epitafio de la tumba: “Aquí yace Violeta, un ángel terrenal que regresó a su mundo”

Una liviana pluma cayó desde la cúpula de la cripta, posándose sobre un papel, en el que Víctor no había reparado antes, lo tomó entre sus manos, leyendo estas palabras: “Querido Víctor, has hecho realidad mi sueño de poder disfrutar del primer y único baile, ya que la muerte se adueñó de mí, cuando empezaba a descubrir la vida. Mi nombre es Violeta y si tú lo deseas, te espero aquí el próximo 31 de octubre, para volver a bailar juntos”


Primera ganadora Concurso relatos Halloween 2021 - Mj Salvador

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