Planearon a la perfección aquella hazaña, la de mantenerse despiertos toda la noche para ver a Santa Claus colocando cada uno de sus regalos en su respectivo lugar: bajo el árbol de Navidad, justo al lado de la férvida chimenea; pero no fue hasta que Antoś, el más pequeño, cumplió cinco años que Franek se animó a convencerlo de esconderse bajo la mesa hasta ver a aquel hombre barrigudo de barba blanca en directo.
Franek estaba muy seguro de llevar a cabo aquel plan que rondaba por su cabeza desde hacía ya dos años, pero Antoś no pensaba realmente que pudiese funcionar. Lanzaba miradas cómplices a su hermano mayor desde la alfombra, mientras fingía jugar con sus bloques de colores.
<<Nos pillarán, Franek. Nos pillarán mamá, papá y Santa Claus, y nunca más volveremos a recibir regalos. >>
Pero el pequeño de siete años sabía muy bien lo que hacía y no se andaba con rodeos, pues una vez acostados, iniciaron la misión “Descubrir a Santa” y el mayor explicó lo que iban a hacer paso a paso:
- No tengas miedo, yo estoy contigo – Le susurraba Franek – Lo único que tenemos que hacer ahora es esperar bajo la mesa a que él aparezca, y así podremos preguntarle de dónde sale su magia y si nos puede enseñar a crear regalos con un chasquido de dedos. Como seremos amables con él, seguro que nos cuenta todos los secretos que esconde la Navidad.
A pesar de su desconfianza, el más pequeño aceptó finalmente y ambos se dirigieron de puntillas hacia el comedor, para permanecer bajo la mesa.
- Nos esconderemos aquí hasta que le veamos, va a ser muy divertido.
- ¿Cómo estás tan seguro, hermanito? – preguntó Antoś.
- Porque llevo esperando este momento toda mi vida – Contestó Franek con ilusión – Porque creo en la magia y en los superpoderes de Santa. ¿Y tú?
Antós asintió con la cabeza y le dedicó una sonrisa a su hermano como respuesta.
Pero aquello no funcionaba según lo planeado: habían pasado dos horas y Santa Claus no había aparecido todavía. El más pequeño se dormía apoyado en el hombro de su hermano, y este lo despertaba cada vez. Aunque Franek también estaba muy cansado, hacía el gran esfuerzo de mantenerse con los ojos abiertos, pues aquella oportunidad sólo la tenían una vez al año.
Pasados unos minutos, el sonido agudo de unos cascabeles llamó la atención de ambos niños, y estos se quedaron quietos como estatuas para salir en el mejor momento y conocer por fin a Santa Claus, pero el cansancio podía con ellos y no tenían la energía suficiente como para salir de su escondite. La misión, por lo tanto, no iba a poder ser cumplida.
Al día siguiente, los padres de los niños se los encontraron abrazados en el suelo, temblando de frío. Sorprendidos, los despertaron y ambos se decepcionaron al saber que no pudieron conocer a su ídolo a causa de haberse quedado dormidos.
Pero sus reacciones cambiaron al ver todos los regalos colocados cuidadosamente bajo el árbol, y por primera vez, hubo algo que llamó todavía más su atención: una nota escrita con tinta verde en la que decía:
Queridos Franek y Antoś:
La magia no ocurre únicamente la noche de Navidad, pequeños, sino durante todos los días del año: en los abrazos de mamá, en los besos de papá, en los amigos, en las amigas y en todas las pequeñas cosas que nos hacen felices en nuestro día a día.
La magia se encuentra en todo aquello que nos rodea. Aprendamos a verla.
Firmado, Santa Claus
Segunda ganadora Concurso de Relatos Navideños 2022. Drea García
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